“La ficción es una rama de la neurología”

“La ficción es una rama de la neurología”

En opinión de J. G. Ballard, autor de la frase que FRANZ tiene como lema, los asistentes electrónicos, en especial los ordenadores domésticos, iban a favorecer la migración interna, es decir, la renuncia a la realidad.

«El mundo real ya no va a consistir en las cosas que hay afuera, a tu alrededor, sino en las que están dentro de tu cabeza…»

Eso dijo. En cualquier caso, la tercera migración fueron los libros. Su gran ventaja es que no te exigen que renuncies a nada: ni al exterior, ni al interior, ni a los ojos, ni al olor, ni a la pasión. Ni a la posesión, la prohibición, la quema.

Ni a dejarlos prestados para siempre.

Cuenta la leyenda que un editor que recibió el manuscrito de la famosa obra de Ballard, Crash, bramó:

«Este autor está más allá de la ayuda psiquiátrica… ¡No lo publiquen!»

Ya sabes que es lo mejor que te puede decir un editor…; ahora la novela es un clásico de culto. Crash describe una subcultura obsesionada por los accidentes automovilísticos, es decir, tecnología más psicología; una ficción que nace de la disección patológica, de la contradicción entre la brutalidad y el juego, del abismo del espacio interior, mientras en el monótono espacio exterior flotan astronautas.


Descubro a Washington Cucurto

Descubro a Washington Cucurto

Fue en un momento providencial, del que ya hablaré más adelante.  Así, como quien no quiere la cosa, me sumergí en el mundo de la humilde y poética autoedición y tuve la suerte de apreciar algunos libros autoeditados de todo tipo, traídos desde Argentina: pequeños panfletos de poesía, libros objeto experimentales y editoriales cartoneras. Éstas combinan su ímpetu por la literatura alternativa con el movimiento social de recogida de cartones para su reciclaje; a partir de la compra de cartones al peso, los mini editores escriben, cosen, pegan y venden sus propios libros.

Entre los libros que menciono me llamó la atención un humilde libre cartonero: La máquina de hacer paraguayitos. Quise echarle una ojeada rápida y condescendiente, y me dio un puñetazo en el ojo. Era muy bueno, magnético. Su autor se llama Washington Cucurto.

Cucurto no es sólo un seudónimo, también es un personaje, protagonista en las novelas del autor, Santiago Vega, nacido en Quilmes hacia 1973. Mientras trabajaba en un supermercado como reponedor, un colega le hizo interesarse por la lectura y él, ávido y curioso, se adentró en lo que llama el mundo de la lectura, visitando bibliotecas al salir del trabajo. A mediados de los años 90, publicó el poemario Zelayarán, un cóctel de televisión, cómic y política, y creó, junto a los poetas Rodolfo Edwards y Daniel Durand, el movimiento del Realidmos Atolondrado. Sin embargo, La máquina de hacer paraguayitos y Veinte pongas para un pasajero, son de un estilo calificado como neobarroco.

Cucurto suele bucear en el mundo de la inmigración dominicana, peruana y paraguaya en el Buenos Aires del milenio. En su novela Cosa de negros, describe la inmigración y el universo de las bailaoras de cumbia, en un lenguaje húmedo, atolondrado, oral y neologista. En otro libro, 1810. La revolución vivida por los negros, pretende desenmascara la cara ‘obsculta’ del General San Martín, a quien considera «un milico sudamericano, golpista, represivo, dictador y chorro, como todos…». Como periodista, Vega escriba crónicas deportivas, especialmente futboleras, en varios medios. Gracias Wikipedia por tu valiosa información.

Los títulos de sus obras que más me gustan: Upepeté, El hombre polar regresa a Stuttgart, Hasta quitarle Panamá a los yankis, El rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América, La luna en tus manos y Sexibondi.

El propio Cucurto desciende de paraguayos y, hasta su etapa entre lineales del supermercado, no había leído nunca un libro. Ganó su primer premio literario, precisamente por La máquina…, cuando todavía trabajaba en la tienda y, desde entonces, ha escrito cuatro novelas y, por lo menos, doce libros de poesía, algunos traducidos incluso al alemán.

El modelo carbonero para la producción de literatura se replica autónomamente por Argentina y por otros países latinoamericanos. Cucurto agradece sus dones y las oportunidades que le han abierto; sabe que la supuesta literatura oficial nunca le aceptará, ni intelectual ni estéticamente, porque ni escribe, ni es, ni pensar como debiera. Algunos escritores profesionales le dijeron:

«Mmmm, está bien, psé, pero tu escritura es atolondrada, como escupida (sic); falta pulirla, darle forma y profundidad»

Sin embargo, a partir de estas críticas, Cucurto hizo que ejerciera un estilo, un posicionamiento. Dice que sabe que no es un gran talento, pero que ofrece algo propio; algo que no persigue la excelencia, que sólo fluye, en una acción que hace como puede, como le da la gana.


2080: Edad de Oro de la fluidez informacional

2080: Edad de Oro de la fluidez informacional

He aquí un extracto de un artículo para McSweeney’s que escribió el escritor James Warner, titulado, nada más y nada menos, The Future of Books:

Para darles la razón a aquellos que participan en conferencias sobre el futuro de la edición—por lo que sea, siempre hay una conferencia de este tipo—, quienes insisten en que no se trata realmente del texto, sino del olor de los libros, alrededor de 2080 los libros estarán disponibles en exclusiva como fragancias. Los humanos mutarán entonces en una nueva especie con un sentido poderoso del olfato, capaz de leer y decodificar conjuntos de feromonas bajo el agua. Triunfará la bibliografía—aroma, y se crearán grandes sagas épicas para los nuevos esencia-receptores, transformando los crecientes mares en una bañera gigantesca de contenido transmedia en red social. Por la misma época, conseguiremos descifrar la literatura oral de los delfines, y nos sorprenderá que trate, inexplicablemente, sobre ¡vampiros!


Descubro a Dambudzo Marechera

Descubro a Dambudzo Marechera

Así, como quien no quiere la cosa, escucho un podcast en el que le preguntan a China Miéville sobre los libros de su vida, más o menos—los libros que le han hecho ser quien es o escribir como escribe, o algo así. Dado su entusiasmo al describirlos, tales libros son fascinantes. Creo que fue Vargas Llosa quien dijo que «un escritor es, ante todo, un lector». China confiesa, sin embargo, que pertenece a una generación profundamente influenciada por… la música. Su generación es la mía; tiene toda la razón. La música es un ingrediente literario más y, por supuesto, también el cine. Él piensa que, en principio, entre los libros que le han hecho ser quien es, los de no ficción, los de teoría política y social, tienen mucho peso; pero no siente que sean los libros del alma. China ha dibujado desde niño y el arte visual le ha inspirado siempre: ilustración, cómics, también pintura…

El primer libro de su vida es The Tale of Mr. Jeremy Fisher, de Beatrix Potter. Concretamente la página 40, donde un monstruo submarino casi le come una pierna a Jeremy. Todavía permanece en su evocación el atávico temor que le producía la lectura de ese pasaje. Como todo amante del género fantástico, siempre se ha sentido atraído por sus propios miedos y todavía saborea el recuerdo infantil de la obra de Potter, en realidad perversa. China se reconoce fiel a sus obsesiones en la ficción: monstruos, pulpos, naves espaciales; y «no tanto las ranas como los peces que hay debajo…».

Su segundo libro también está ilustrado: Une semaine de bonté, del pintor surrealista Max Ernst. Un collage casi sin narrativa, con muy pocas palabras, pero «con unas imágenes extraordinarias». Incluso la ambigüedad de la narración evoca la cromática percepción visual:

Monday. The element: water / Example: water /What do you see? Water / What color is this water? The color of water

Cuando China tenía 17 ó 18 años viajó a Egipto y a Zimbabue. En Egipto leyó libros «que en otras circunstancias no habría leído». Por ejemplo, él no estaba interesado en las novelas románticas y nunca se había sentido atraído por Jane Eyre, de Charlotte Brontë. Dice que «no es que quiera ser irrespetuoso con Cumbres borrascosas, [pero, para él] Jane Eyre no tiene rival». Este libro tan pasional y furioso le marcó profundamente; podía sentir el temblor de su narradora, sus tensas riendas a punto de desbocarse, esa inaccesible ‘caja negra’ que el lector intuye… Porque en Cumbres se sabe lo que va a ocurrir, pero en Jane Eyre, no: en la escena en la que, hambrienta, ofrece sus guantes a cambio de un mendrugo de pan, pensamos que la oferta será aceptada, qué tontería, pero… ¿para qué podrían servir esos viejos guantes?

Y en Zimbabue descubrió, y ahora yo descubro, a Dambudzo Marechera. Fue la portada de su libro Mindblast lo que le atrajo, porque pensó que se trataría de ci-fi zimbabuense. Pero resultó ser un libro de relatos, ensayos y… poesía. Para China fue una excepción en cuanto a lo de la poesía. Define a Marechera como «un poeta punk, solipsista, gótico modernista y filósofo». Casi nada. Parece que es bastante difícil encontrar la obra de Marechera en Inglaterra; se habla de novelas perdidas; que sólo existen por sus reseñas. A continuación, un fragmento que se clava en el lagrimal del ojo:

I was mesmerized by books at a very early age. I found my first one, ‘An Illustrated Children’s Enciclopaedia’ at the local rubbish dump where the garbage from the white side of town was dumped every day, except Sundays. You never knew what you’d find in that rubbish dump. Broken toys, half eaten sandwiches; comics, magazines, books. One brilliant morning I found what I thought was a rather large dove. But in touching it, I discovered it was a baby. Dead. Rotten

Marechera, enfermo de SIDA, falleció en 1987, vagabundo en las calles de Harare. Se había cuestionado, desde su nacimiento en el gueto, todas las formas de autoridad con las que tropezó. Desde 1965, bajo el régimen represivo de minoría blanca de Ian Smith, Zimbabue estuvo en estado de guerra civil perpetua hasta que se creó la República, en 1979. Marechera encontró en la lectura una vía de escape a la violencia que le rodeaba  (ya nos ha contado que encontró su primer libro entre los restos…). Le concedieron una beca para estudiar en la Universidad de Rodesia, pero fue expulsado del campus por participar en las revueltas del 73. Pronto ganó otra beca extraordinaria, nada menos que para estudiar en Oxford.

Sin embargo, no se adaptó bien a la estricta tradición académica del lugar. Los litros de alcohol que se bebía, ya por aquel entonces, acentuaron su personalidad rebelde y su comportamiento errático; tras varios incidentes, en su última fechoría ¡intentó prenderle fuego al New College! Le ofrecieron un tratamiento psiquiátrico o la expulsión, y eligió lo segundo. Se instaló en una tienda de campaña a orillas del río Isis, en Londres, donde escribió The House of Hunger, la colección de ocho relatos y dos poemas, entre los que se incluyen los tres cuentos publicados por FRANZ bajo el título de Hombrespez.

Su estilo à la Rimbaud y sus historias atormentadas de división racial y cultural, levantamientos políticos y violencia fueron premiados con el Premio Guardian a la Primera Novela en el año 1979. Dambudzo Marechera se presentó en la ceremonia de los premios vestido con un encedido poncho rojo y se dedicó a lanzar porcelanas, sillas y acusaciones de hipocresía a los demás escritores. Regresó a la recién liberada Zimbabue, justo después de la publicación de su novela surrealista Black Sunlight. Ni siquiera su talento y reputación le salvaron de su tendencia autodestructiva; como todos los héroes trágicos, fue también víctima de sí.


"Una jaula fue en busca de un ave"

“Una jaula fue en busca de un ave”

Es un aforismo de Franz Kafka. Roberto Calasso define estos supuestos (así llamados) aforismos así:

«esquirlas de meteoritos caídos en regiones desérticas»

Como frase (y definición) no kafkiana, me parece bien. Kafka escribió estos aforismos durante su estancia en Zürau, en casa de su hermana, donde fue a reposar su tuberculosis. La enfermedad, como una amante, en sus propias palabras, le distrae de sus preocupaciones. «Nunca me he sentido mejor en lo que a la salud se refiere…», le escribiría a Oskar Baum, a mediados de noviembre de 1917. Kafka estuvo en Zürau desde septiembre de ese año hasta abril de 1918. Fragmento de otra carta:

Querido Félix, el primer gran defecto de Zürau: una noche de ratas, una experiencia horrorosa. He salido ileso y mis cabellos no están más blancos que ayer, pero ha sido la cosa más horrible del mundo. Desde hace ya un tiempo venía oyendo de noche de vez en cuando […] un roer sordo, incluso una vez me levanté, temblando, para inspeccionar, pero enseguida se interrumpió—pero esta vez era un estruendo. Qué pueblo espantoso, mudo y ruidoso. A las 2 me despertó un rumor cercano a la cama y, desde ese momento, no ha parado hasta por la mañana. Encima de la caja de carbón, debajo de la caja de carbón, carreras en diagonal por el cuarto, trazando círculos, royendo la madera, silbando ligeramente durante las pausas y, junto a eso, siempre el sentido del silencio, del trabajo clandestino de un pueblo orpimido, a quien pertenece la noche.

Y otra:

A las ratas las ahuyento con el gato, pero ¿qué ahuyenta al gato? Naturalmente tampoco tienes nada en contra de los caníbales, pero si de noche aparecieran deslizándose desde debajo de todos los armarios y rechinasen los dientes, sin duda, ya no podrías sufrirlos. Por otra parte, intento ahora yo también tranquilizarme, me obligo a mirar, en mis paseos, las ratas de los campos, que no son malvadas, pero mi habitación no es un campo y el sueño no es un paseo.

Un genio… Si se sigue el número de los aforismos, tal y como aparecen manuscritos en el cuaderno, el de la jaula es el número XVI. Kafka definió su mirada de esta época como

«un ojo que simplifica hasta la desolación total…»


Arrebato Libros

Arrebato Libros

Arrebato Libros es una pequeña librería de segunda mano. No es una librería de viejo ni tampoco un lugar misterioso y polvoriento; en realidad es una librería vintage, por así decirlo, donde el papel es amatista, jade o pátina. Además, un arrebato no es un delirium tremens. Decía André Gide que «las cosas más bellas son aquellas que han sido provocadas desde la locura, pero escritas desde la razón…».

Capitaneado por Pepe Olona,  este proyecto poético está situado en la calle de La Palma, en el número 21, entre la calle San Andrés y la Corredera Alta de San Pablo, en pleno barrio de Malasaña. Además de la librería, El Arrebato es una editorial y un núcleo de gestión cultural: en definitiva, libros escogidos con osadía y criterio, libros editados con ternura y ambición, y acontecimientos y festivales literarios de todo tipo.

Arrebato Libros

Calle la Palma, 21

28004 Madrid

Web.  —  Tw.  —