Descubro a Washington Cucurto
Fue en un momento providencial, del que ya hablaré más adelante. Así, como quien no quiere la cosa, me sumergí en el mundo de la humilde y poética autoedición y tuve la suerte de apreciar algunos libros autoeditados de todo tipo, traídos desde Argentina: pequeños panfletos de poesía, libros objeto experimentales y editoriales cartoneras. Éstas combinan su ímpetu por la literatura alternativa con el movimiento social de recogida de cartones para su reciclaje; a partir de la compra de cartones al peso, los mini editores escriben, cosen, pegan y venden sus propios libros.
Entre los libros que menciono me llamó la atención un humilde libre cartonero: La máquina de hacer paraguayitos. Quise echarle una ojeada rápida y condescendiente, y me dio un puñetazo en el ojo. Era muy bueno, magnético. Su autor se llama Washington Cucurto.
Cucurto no es sólo un seudónimo, también es un personaje, protagonista en las novelas del autor, Santiago Vega, nacido en Quilmes hacia 1973. Mientras trabajaba en un supermercado como reponedor, un colega le hizo interesarse por la lectura y él, ávido y curioso, se adentró en lo que llama el mundo de la lectura, visitando bibliotecas al salir del trabajo. A mediados de los años 90, publicó el poemario Zelayarán, un cóctel de televisión, cómic y política, y creó, junto a los poetas Rodolfo Edwards y Daniel Durand, el movimiento del Realidmos Atolondrado. Sin embargo, La máquina de hacer paraguayitos y Veinte pongas para un pasajero, son de un estilo calificado como neobarroco.
Cucurto suele bucear en el mundo de la inmigración dominicana, peruana y paraguaya en el Buenos Aires del milenio. En su novela Cosa de negros, describe la inmigración y el universo de las bailaoras de cumbia, en un lenguaje húmedo, atolondrado, oral y neologista. En otro libro, 1810. La revolución vivida por los negros, pretende desenmascara la cara ‘obsculta’ del General San Martín, a quien considera «un milico sudamericano, golpista, represivo, dictador y chorro, como todos…». Como periodista, Vega escriba crónicas deportivas, especialmente futboleras, en varios medios. Gracias Wikipedia por tu valiosa información.
Los títulos de sus obras que más me gustan: Upepeté, El hombre polar regresa a Stuttgart, Hasta quitarle Panamá a los yankis, El rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América, La luna en tus manos y Sexibondi.
El propio Cucurto desciende de paraguayos y, hasta su etapa entre lineales del supermercado, no había leído nunca un libro. Ganó su primer premio literario, precisamente por La máquina…, cuando todavía trabajaba en la tienda y, desde entonces, ha escrito cuatro novelas y, por lo menos, doce libros de poesía, algunos traducidos incluso al alemán.
El modelo carbonero para la producción de literatura se replica autónomamente por Argentina y por otros países latinoamericanos. Cucurto agradece sus dones y las oportunidades que le han abierto; sabe que la supuesta literatura oficial nunca le aceptará, ni intelectual ni estéticamente, porque ni escribe, ni es, ni pensar como debiera. Algunos escritores profesionales le dijeron:
«Mmmm, está bien, psé, pero tu escritura es atolondrada, como escupida (sic); falta pulirla, darle forma y profundidad»
Sin embargo, a partir de estas críticas, Cucurto hizo que ejerciera un estilo, un posicionamiento. Dice que sabe que no es un gran talento, pero que ofrece algo propio; algo que no persigue la excelencia, que sólo fluye, en una acción que hace como puede, como le da la gana.